domingo, 5 de junio de 2016

Miss Atomic Bomb

Comes demasiado, duermes demasiado, paseas demasiado. Todo, todo lo que haces, lo haces rápido y corriendo y ni siquiera lo haces bien. Miedo, terror, pánico, tristeza, melancolía, nostalgia. Miles de excusas, miles de motivos personales, pero ninguno sirve para este momento. Te sientes como una estrella de rock que realizando un concierto de infarto se olvida de la letra de la ultima canción.

Y has trabajado duro, te has esforzado, lo estas haciendo muy bien. Queda una ultima ronda, un ultimo paso, un ultimo trago, una ultima voluntad. Y aquí estas, como si la tormenta se hubiese detenido de manera inesperada. Te sientas en tu trono, en tu cueva, esperando una respuesta, una llamada, un globo de texto cargado de perdón y arrepentimiento.

Pero la luz amarilla nunca aparece, no parpadea. No queda nada de lo que una vez fue. La bomba nuclear que estallo allá por abril todavía sigue expandiéndose como un cáncer, como una maldita migraña. Cuanto dolor tienes que soportar, cuanto dolor quieres soportar.

Un día comerás tanto que tus arterias y tus venas se cargaran de un colesterol malsano. Un día dormirás tanto que no sabrás diferenciar entre el sueño y la vigilia. Un día pasearas tanto que ella te llamara, te llamara entre cientos de desconocidos, entre millones de caras extrañas y tu ni siquiera podras reconocerla, no reconocerás nada de ella.

La bomba atómica que estallo en abril aun sigue arrasando todo a su paso y es imposible detenerla.

Pero tu sigue escribiendo mensajes en una botella.